Paseamos a orillas del Sena, iluminados por la luna llena. Nos detenemos con mimo ante cada cosa. Todo nos parece curioso y especial, no tenemos prisa.
Atravesando sus viejos puentes, admirando sus monumentos, comprendemos que la belleza detiene el tiempo para nosotros.
Hay un joven que toca la guitarra y tú me sacas a bailar, a nadie le extraña. Ahora somos libres: tú ya no tienes ningún Dios, yo ya no tengo ningún hombre.
Te quitas tu orgullo y me lo entregas, y yo te entrego el abrazo de todas las mujeres.